sábado, 27 de febrero de 2016

Un día gris...precioso

Conozco a Isaac en mitad del pasillo del Hospital Niño Jesús. Me encuentra poniéndome la camiseta de MeV, con el pelo alborotado .Yo me encuentro con su maravillosa sonrisa que le llega hasta los ojos y que dice tanto de él. Voy al encuentro del resto del grupo. Carlos y su teclado, y Adel que llega con su tímida y dulce mirada. Nos quedaba por descubrir su maravillosa voz.

Llegamos a la Sala Margarita. Afindecuentas comienzan a desplegar sus instrumentos.
Están expectantes y con muchas ganas. Las niñas comienzan a llegar. Son 9. Llegan, como casi siempre, un poco remolonas y serias. Daría la sensación de que están enfadadas con el mundo. Rebeldes con "su causa", son adolescentes luchando por encontrarse por un camino equivocado del que hay que protegerlas. Ya están todas y comienza la sesión.

Adel presenta al grupo y explica que ellos componen sus propias canciones pero que hoy, para ellas, han preparado algunas versiones de canciones que creen que les gustarán. Versiones "a su manera". Y su manera es dulce e intensa, como su voz. 
Las avisa de que su timidez también canta con él y se disculpa por ello. La autenticidad de Adel acompaña a su timidez y se cuela por sus palabras y se asoma por su mirada verde y limpia.

Suenan los primeros acordes. Carlos cargado de profesionalidad hace sonar su teclado con pasión. 
La guitarra de Isaac parece sonar a través de su hermosa sonrisa que nos acariciará toda la hora. Sobre todo a ellas, ese público tan especial que hoy van a disfrutarlos. 
Los fuegos de artificio comienzan cuando Adel inunda esa planta con su cálida y profunda voz cargada de sentimiento y de matices.
Desde su primera frase en la primera canción me recorre un escalofrío de emoción que sube directo a mis ojos y me sacude completa. Directo al corazón. Me sorprende tanto que no puedo evitar mirarlos con los ojos húmedos y grandes de agradecimiento, y con sonrisa emocionada. "Sois brutales", intento decirles así; "y esto es un regalo maravilloso".

Algunas chicas cantan, bajito, pero cantan. Se saben las canciones porque Afindecuentas se lo ha trabajado mucho y nos ofrecen versiones de hermosas canciones conocidas que, teñidas de su forma de hacer, se convierten en algo diferente y en ocasiones, mejor.
 De repente, el pie de Isaac se mueve 
y suena una percusión brillante y tintineante: una pandereta salpica esas melodías como un rocío amable.                                                                                                                   Adel nos presenta las canciones, en particular el significado de las dos únicas canciones que son suyas.

Siempre me admira cómo los músicos crean una red, seguramente involuntaria, donde los chicos pueden dejarse caer y descansar en ese equilibrismo equivocado en el que están. 
Afindecuentas no lo sabe pero han creado un rompecabezas donde las piezas encajan con precisión y con ellas van tejiendo un río de mensajes que son como gritos mudos para esas chicas, tan jóvenes, y tan perdidas. 
Afindecuentas lanza piedras en ese camino oscuro,


De la mano de Adele les cantan que sí, que es posible que ellas ahora estén "rolling in the deep" rodando en la profundidad, pero algún día van a poder decirle a esa oscuridad "tuviste mi corazón en tus manos.... y lo tocaste a golpes" pero algún día sé que "vas a desear no haberme conocido".

Y con Rihanna les dicen
en ese viernes desapacible y lluvioso que "ahora que está lloviendo más que nunca, ellas pueden cobijarse bajo su paraguas".La música como un increíble paraguas para refugiarse en los malos momentos.


Y las hacen gritar a ritmo de David Guetta que "me derribas pero no me caeré, soy de Titanio. Soy de Titanio". Después de haber cantado con ellos ese estribillo que todas conocían y que también les muestra que es posible volver a empezar "de Cero" con Dani Martín.

Me pregunto si Carlos, Isaac y Adel son conscientes del colchón musical que han creado con la selección de sus versiones. Y sobre todo si son conscientes de la importancia del mensaje que encierran las canciones que han querido compartir con ellas y que son de producción propia.
La primera se llama Un día gris bonito y Adel explica que siempre es posible encontrar algo bonito en lo que no nos gusta.
La segunda se llama Otro camino y les dice que siempre hay forma de ser feliz, de buscar otro camino cuando las cosas no van como queremos. 
¿Se les puede decir algo más significativo a ese grupo de niñas que están luchando contra lo que no entienden y que están sufriendo tanto?


La música llega, lo sabemos, sin necesidad de traducción ni de pensar.
Es así y ellas lo saben.
Lo sabe esa preciosa  que al escuchar los primeros acordes de una canción se lleva la mano al corazón, espontáneamente. Lo sabe la pequeña que sonríe a sus compañeras cantando alegre la letra que conoce. Lo sabe la chica del fondo que canta enteras algunas de esas canciones. Y queremos pensar que también lo sabe la pequeña a la que no se le ha escapado ni una sola sonrisa y, seria, miraba sin cantar aunque daba palmas impasibles siguiendo la música.

Compartir emociones es inexorable y crea un fino hilo invisible que conecta a las personas íntimamente. Eso es lo que hemos hecho esta tarde gracias a Afindecuentas.


Han pasado una hora fantástica con la música desvaneciendo sus fantasmas. Y además, Carlos, como una Papa Noel intemporal, reparte discos para todos, como si no hubiera sido suficiente regalo lo que hemos vivido hoy con ellos. Nos agradecen que les hayamos disfrutado con un maravilloso disco que estoy escuchando mientras escribo esto. Se llama como la primera canción que han compartido con nosotros   Un día gris bonito  y si pincháis en el enlace lo podréis escuchar.

Llega la cena y es la que manda. Tenemos que irnos. Las dejamos allí, despidiéndonos en las puertas de sus habitaciones. Dándonos las gracias. "Chicas, pronto a casa" "Ojalá" responde una de ellas con mirada triste. Ojalá.

Afindecuentas es ya parte de MeV para siempre. Quieren repetir la maravillosa experiencia. A ellos les gusta tocar para grupos pequeños. No quieren tarimas que les alejen de su público. Quieren estar entre ellos, mirarlos a los ojos. Entienden la música como una forma de compartir y tirar muros juntos.  Y así nos lo dicen en la caratula de su disco:

   "Porque aún quedan días grises bonitos...aunque a veces haya      que  gritar para verlos
   Porque detrás de cualquier cristal hay siempre otra forma de       volar...y regresar a septiembre"
   Porque hay espirales que solo tienen principio...Los huecos se       llenan y los muros se derriban.
   Porque las canciones cuentan historias...tuyas y nuestras...            Para después convertirse en nuestras bandas sonoras...
   Sólo queremos darte las gracias...por dejarnos ser un poco            más  nosotros...

                              Gracias..."

Emoción para aprender a vivir. Sentir para comprender y avanzar. Juntos. Eso es la música para ellos. Nos lo dicen en su canción 
                                               Soy yo .

También nos dicen algo que se ve en su mirada: son buena gente. 

"Sentir es mi lema" nos dicen  en esta canción.
Y es que,  A FIN DE CUENTAS,  todos somos corazón. 
Por eso ellos nos lo han traspasado hoy.

Gracias, chicos.




No puedo no añadir que me ha gustado incluso más su directo que el disco y que ese texto que acompaña la caratula y los define está plagado de puntos suspensivos. Me encantan los puntos suspensivos. 
En los puntos suspensivos se esconden mundos en los que cabemos todos. Son puertas abiertas que invitan a pasar y sentarse y dudar y compartir y ser más persona.
Ha sido más que un placer conoceros, Afindecuentas.

viernes, 26 de febrero de 2016

Un sudario de música (en vena)

Ayer el líquido amniótico de ese útero milagroso que es la planta de Neonatos del Hospital 12 de Octubre anegó todas las voluntades. La muerte fue cerrando puertas y encogiendo corazones, enseñoreándose de ese espacio donde sucede lo imposible. 
Imposible como que esos bebés tan graves logren ganarle la batalla y puedan disfrutar, la próxima vez, de la entrega y la emoción con las que Eliza y Samuel llenaron la única sala en la que pudieron entrar.
Acercándose a cada cuna, hablando con los padres y cantando con el cuerpo y con el alma. Mirando a los ojos a los bebes y a los padres. Acompañando de guitarra y  samba los esforzados latidos de su corazón.

En la UCI pediátrica les esperaban esas bombas de racimo que nunca sabes cómo van a estallar en tu corazón. La UCI pediátrica es una zona de alto riesgo. Alto riesgo emocional.
Eliza , camita a camita, sala a sala, cantando con el nombre de cada bebé en su boca y el cariño y el calor y la fuerza de sus palabras a cada padre.
 Eliza, ayer, cantó abrazada a una madre,llorando,  cuyo bebé acababa de ser intervenido.
 Se puede cantar, abrazar, llorar... Y entonces la vida tiene algún sentido. Lo cobra en tanta comunión y tanta solidaridad. Ese pequeño gesto, da sentido al mundo. Al ser humano.

Los músicos viven muchas experiencias. En el hospital experimentan la pura vida. Y la pura muerte. 
En ese terreno minado por tanto dolor, donde parece inconveniente la música, la alegría, hasta la normalidad de una sonrisa, unos padres quisieron acolchar la despedida de su hija con música. Los padres que tenían que desprenderse de lo que más querían, que tenían que decir adiós a su hija de ocho meses, pidieron- por favor -que la música la acompañara en ese último viaje.Un lecho de música, de amor, en vez de una fría mortaja.
Estos padres-africanos-, con ese acto de amor supremo, nos han dado una auténtica lección: no se puede vencer a la muerte pero se la puede convertir en algo hermoso, en un último regalo a la vida de lo que más amas.

 No sé si Eliza y Samuel van a vivir con su música algún concierto tan cargado de emoción, de sanación y de auténtica humanidad. Ellos, con su arte, su generosidad, su sensibilidad, plantaron cara a la muerte armados con su música; y si no la han vencido , al menos la han convertido en algo menos aterrador e injusto. 
No debe de ser fácil cantarle a la muerte.Pero debe de ser muy hermoso llenarla de vida y de belleza con un Ave María purificador. Un milagro, Eliza y Samuel. Muchas gracias.

Música en Vena haciendo milagros... Como no me canso de repetir.

Yo no estuve allí. Pero llevo enmudecida y conmocionada desde que Rosa  compartió todo esto  con nosotras y casi no sé lo que he escrito. Pero necesitaba hacerlo.

Gracias.




domingo, 21 de febrero de 2016

Sentimientos encontrados

Estrenamos hospital, el Ramón y Cajal. 
Como todo estreno tiene sus ajustes que son inevitables y que conllevan ciertos contratiempos. 
Es difícil aparcar incluso donde se puede aparcar. 
Los responsables del hospital en estas lides no nos conocen bien y andamos por tierras movedizas sin saber bien hasta dónde podemos avanzar. 
Encontramos localizaciones que no nos convencen y , sorprendidas, no creemos adecuado entrar en confrontaciones directas. 
Estamos tomando contacto con el espacio ¡¡¡y el tiempo!!! y vamos un poco a tientas.
Algo desalentador si no fuera porque, como siempre, contamos con lo fundamental: dos artistazos jóvenes pero muy profesionales y amantes de su instrumento, de la música; que se adaptan a todo lo que va surgiendo por sorpresivo que sea. Con gran pasión y con total entrega. Son Alberto y Miguel, GUITARINET.

Empezamos en la UCI. Nos previenen de que es una sala movida y complicada. Nos encontramos un amplio corredor con boxes alrededor. Una sala amplia, serena...nada comparado con lo que hemos vivido en otros hospitales mucho más duro.

Miguel y Alberto despliegan su arte ante la sorpresa de los profesionales que están en esa zona del hospital.
Suenan tan bien... Vienen de todas partes a escucharlos. Dos chicas encargadas de la limpieza sueltan el mocho y se arrancan a bailar maravilladas de que hoy su trabajo tenga ese aliciente.
El clarinete y la guitarra encajan tan bien, se entienden, se hablan, se siguen, se acarician uno al otro, se escuchan de forma tan precisa y tan hermosa que el nombre de este duo no podría ser otro.

Son jóvenes, pero su pericia no lo es. Tocan sus instrumentos como viejos sabios. Y además, las canciones que tocan son suyas y son maravillosas. Es una mezcla de jazz y clásica que no te sacia nunca. 

En la improvisiación del día les hacemos subir y bajar para volver a subir  al mismo sitio que acababamos de dejar,
 tocar en una sala de espera tras una puerta de entrada giratoria que invita a salir corriendo... y ellos encantados.
Dejándose la piel en cada lugar y sólo echando de menos algo que es el espíritu de MeV y que en este hospital todavía no conocen: la cercanía con los pacientes, poder mirarlos a los ojos y dejar en ellos música, pero sobre todo ánimo y compañía. Calor. 

Llegamos a la sala de día de oncología. Es una sala fantástica para los pacientes. Están en habitaciones de dos que les permiten recibir su tratamiento con tranquilidad, intimidad y en un ambiente relajado y agradable.
Sin embargo, esta disposición nos hace tocar en la esquina de una pasillo y hemos de conformarnos con que la música se cuele por las puertas abiertas de dichas habitaciones. 

Miguel y Alberto han de tocar para puertas abiertas y vuelven a pulsar sus instrumentos con la decisión de quienes saben que sus notas se van a colar por esos ojos abiertos de par en par y van a llegar a esas personas para las que tocan. 

La gente que pasa cerca entra a ver qué es eso que suena tan, tan bien. Música en directo ¡¡¡y qué música!!! ¡¡¡Y son sus propias composiciones!!!  Es la música perfecta para serenar y animar al mismo tiempo y ellos la hacen tan bien... Podríamos estar todo el día escuchándolos. Tan humildes haciendo tal prodigio...

Nos vamos. Llevan ya una hora y media tocando por esos pasillos. El personal  que nos ha acompañado y guiado por el hospital lo hace hasta el final, muy amablemente. Nos invitan a tomar algo en la cafetería y allí , descansando, ponemos en común la experiencia. Miguel ha echado en falta más contacto con los pacientes. Contacto directo. La UCI ha sido lo más cercano y ha sido duro y hermoso, como siempre, poder ver a gente que está tan mal, buscando la música con los ojos y descansando en ella. 

Era la primera vez de Miguel, no de Alberto, y ha entendido muy bien el anhelo de Música en Vena. Él sabe, como sabemos nosotros, que  tocar es siempre un recorrido por vasos comunicantes y que cuando el público son personas que  lo están pasando mal, es un acto recíproco de generosidad y de solidaridad. Se entregan muchas cosas con la música pero también se reciben. Llegan potentemente lecciones de vida, de resistencia y de esperanza. En los ojos de los que sufren y agradecen ese alivio encontramos tanto que hoy, que no lo hemos tenido, nos vamos un poco vacíos con muchas ganas de llenar ese hueco. Por eso queremos que Guitarinet vuelvan y ellos también.
Porque hoy ha sido unas ganas locas de dar, dar y quedarse con la ganas: una  confluencia de "sentimientos encontrados"

 Guitarinet tienen mucho que dar y recibir con MeV y nos prometen que repetirán. Estamos deseando.
Muchas gracias, chicos.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Cuatro manos, como dos, como seis...buscando sentido al sufrimiento

Como dos siameses cosidos por un teclado, hombro con hombro, Sofya Nelikyan y Dunkan Gifford inundan el auditorio del Hospital Clínico San Carlos.
 A cuatro manos. Que tan pronto son dos, como tres, como seis, como cinco... reflejadas en la tapa del piano cuyas teclas pueblan con determinación a veces; acariciándolas, otras.
Juntos se balancean al unísono, se agitan y entregan como si fueran un solo cuerpo.
Sus manos se tensan y desaparecen por el teclado como en un cuadro impresionista. Pinceladas apenas perceptibles que suben y suben en un ascenso sin fin. Y ahora nos dan un respiro , un simple espejismo porque en seguida vuelta a empezar. Implacables... En un momento creo que ya los tengo, ya puedo seguirlos, creo saber adónde vamos.Me deslizo por esa melodía....hasta que una nota me saca de ese regato y me lleva de nuevo a un trayecto indefinido que no sé dónde quiere acabar. De nuevo el vértigo, la sublime delicia de dejarse llevar por una fuerza poderosa que ejecuta y dirige este viaje en el que sólo la música sabe su destino. Sofya y Dunkan agitándose de nuevo, como movidos por el mismo resorte. Se abalanzan sobre las teclas como si huyeran y sacan de ellas una turba de sonidos imposibles, casi indescifrables.

Los seguimos como podemos. Admirados del esfuerzo que supone temperar ese vendaval.
Y casi sin darnos cuenta, estamos en un hermoso lugar donde las notas son gotas suaves, deliciosas que nos llevan a un remanso de paz, donde quisieramos quedarnos. Sabemos que es un armisticio. El justo descanso de un corazón excesivo, lleno de tanto. Pero ahí en ese manantial de melancólica paz se está tan bien... Cerramos los ojos. Preparados para lo que inevitablemente vendrá. Y viene. Subimos de nuevo. Tiemblan los músicos y sus dedos vuelven a perderse en cuatro y cinco manos, que ahora parecen solo dos y de nuevo son seis... Es así. Tiene que serlo. Se trata de Mahler.

De su octava sinfonía en Mi bemol, " La Sinfonía de los Mil" adaptada para piano a cuatro manos, que de pronto son sólo dos, como parecen cuatro, y ahora son seis...


Estamos en un hospital. En un concierto organizado por la Fundación Montemadrid y Música en Vena. Con Mahler. El público son enfermos, familiares, amigos, amantes de la música... Parece un contrasentido y, sin embargo, todo encaja como en un rompecabezas con mantra. 
El folleto que nos han dado a la entrada intenta explicárnoslo. 
Un poco:
"Mahler sabía que su música, con sus luchas y contradicciones brutales, retrataba como ninguna al ser humano en su terrible voluntad de ser, en su necesidad de encontrar un sentido al sufrimiento."

Eso es lo que hacen algunos hospitales como el Clínico. Además de intentar curar el sufrimiento, intentan acompañarlo y darle un sentido cuidando la dimensión humana de la enfermedad llevando música hasta sus salas para hacer ese dolor más llevadero y, sobre todo, más humano. 
Es tan importante no olvidar que somo seres humanos en esta sociedad cada vez más mecanizada, mercantilista y despiadada... 
Y esa es la única misión de Música en Vena: acompañar y dar un empujoncito a las personas que sufren en los hospitales,darle un sentido a ese momento oscuro y difícil. 

Así que, esas cuatro manos haciendo arte toda la contradicción y la pasión de un genio, llevándonos arriba y abajo perdidos, aturullados, emocionados, serenos..., según tocaba, estaban haciendo feliz a su autor, a la voluntad de su música que hacían realidad y a las personas que estábamos allí y sabíamos por qué estábamos allí. 

El director del festival, Xabier Güell, en la introducción al concierto ya nos anticipó con auténtica pasión el torbellino que se nos venía encima y el genio que lo hizo posible en un tiempo que, quizá, todavía no era el suyo. Quiso que nos enamoráramos de esta sinfonía antes de escucharla y nos aseguró que si la escuchábamos orquestada, nos cambiaría la vida.

Muchas de las personas que estaban allí no necesitaban escuchar esa sinfonía para saber que la vida cambia en un segundo. Que todo lo que significa bienvivir se quiebra en un segundo. Que la enfermedad te instala en un mundo diferente que te permite valorar lo que es vivir a manos llenas. 

El hospital es un paréntesis en el que la vida se agrieta, se reseca y duele. La música permite salpicar ese barbecho para que recupere su esponjosidad hasta la próxima cosecha y para que  recuerde que, a pesar de lo duro del momento,  pueden llegar nuevas primaveras. Que la savia no ha desaparecido  y que, con calor y fuerza, todo se puede. Sobre todo si no te sabes completamente solo.

Ayer esa música tan poderosa, tan bien ejecutada, sin descanso durante una hora y media, no dejó espacio para nada más que no fuera fuerza y entrega. 
Lástima que  ese alud musical no pueda llegar a cada rincón del hospital, allí donde están las personas que más lo necesitan y que no pudieron desplazarse hasta esa sala. 


sábado, 6 de febrero de 2016

La mar "salá"


Al parecer estas frases no son de Brecht pero podrían serlo.
 
Da igual de quién sea. Es una verdad como un templo.



El caso es que a mí los imprescindibles me parecen  las personas que acogen, que iluminan ,  cuya sola presencia eclipsa las sombras . 
Como María Ávila, la Mónica. 
Se trenza su pelo y a su moño, divertido y grande como ella, se suben todas las cosas buenas de la vida. 
Y allá va, al encuentro de Juan y su guitarra y de Epi montado en su cajón. 


Nos vamos a la sala de espera de traumatología. Un espacio abierto con mucho trasiego. Los números que corren, la gente que tiene prisa...


María se pone en el centro. Comienza a hablar. Y sufrimos una avalancha de toda la sal de Cádiz con la gracia y la dulzura de María contándonos cositas.  Se dirige a los pacientes, mirándolos a los ojos. El hospital se ha convertido en una parranda donde los compadres comparten risas y arte.
Juan y Epi acompañándola en esa travesía.

Canta sus canciones. Flamenco puro cargado de esa poderosa arma que es el humor.Toda la sal de Caí en la dulzura de María.
 Nunca pensamos reírnos a carcajadas en un hospital. Pues María con su autenticidad y su gracia lo consigue.Sus letras originales y divertidas puestas en pie,nos tienen hipnotizados. Boquiabiertos de la risa, nos tiene en el bote. A personal, médicos... pacientes... Algunos remisos, perdidos en sus urgencias, se sienten incomodados por esa ola de simpatía. 
"Bastante tengo yo con mis problemas para aguantar este ruido". 
María no se arredra. Al revés. Sabe que esa señora enfurruñada con la vida es la que más lo necesita y no ceja hasta arrancarle una sonrisa: 
"Al final te has reío, eh?". 

¿Cómo poner en palabras todo lo que María ,arropada por Juan y Epi, desplegó como velas de un barco surcando la mar "salá"? En esas velas, María nos trajo la luz de Cádiz, su sabor a mar, la brisa de su brisa y las cosquillas de la arena al caminar. La alegría de sus gentes al hablar, su arte, su ingenio...
¿Cómo poderlo expresar?

María, Juan y Epi, pero sobre todo María, lamenta que esos espacios no sean más íntimos para compartir y empapar a la gente de su alegría de vivir.
 Las salas de espera no son los mejores lugares para estos encuentros y a pesar de todo, le dan las gracias con una sonrisa de oreja a oreja y le preguntan que quiénes son y dónde actúan. No todos los días uno se encuentra con la vitalidad y las ganas de vivir invadiéndote a traición.


Finalmente, vamos al gimnasio de rehabilitación.
Allí sí, los pacientes pueden deleitarse de la "mar salá" que ellos les llevan hasta allí, al tiempo que hacen sus ejercicios. 
En ese cuerpo a cuerpo nos encontramos con pacientes que mueven sus manos flamencas al tiempo que ejercitan sus piernas trabajosamente. O ese señor que sin poder casi hablar porque un ictus le ha inmovilizado la mitad de su cuerpo, se emociona hasta las lágrimas al sentir ese alud de arte y de simpatía que le acompañan hoy en medio de su impotencia y su lucha. 

María, Juan y Epi, "volando van, volando vengo" con Camarón por bandera y toda la alegría, la luz y el sentimiento del flamenco. 
La bondad y el optimismo de la gente imprescindible que sabe que a las penas hay que atarlas corto con la sal de la música y el picante de unas letras ingeniosas, se despiden dejando una estela cálida de bienestar en la que se siente que la vida puede ser más llevadera si hay gente así cerca.

Música y ganas de vivir en Vena. 
Gracias María, Juan y Epi.



A mí, María, Juan y Epi me alegraron el día desde muy adentro. Su recuerdo me lleva a sonreír automáticamente. Como un reflejo. 
María es un persona arrolladora. Llena de vida y de generosidad. Con esa gracia de Caí que no se ensaya ni se estudia. 
Era mi cumpleaños. Además del regalo de conocerlos y disfrutarlos, me regaló un disco divertido como ellas: Las Mónicas.

En este vídeo podéis ver un poquito de algunas canciones de este disco y de la gracia de María y de "Las Mónicas" que nosotros disfrutamos en directo de su mano.




Gracias, María. Por todo. Mucho más de lo que pueda parecer.

Las pasiones del alma "en vena"

Es casi seguro que esto desaparecerá de ese mundo intangible donde ahora está casi todo. Yo y mi afán por retener todo lo que ha de irse... Agua entre las manos.
Me refiero a este audio que está ahora en la plataforma de la Fundación Juan March pero que algún día desaparecerá, supongo.



FUNDACIÓN JUAN MARCH
LAS PASIONES DEL ALMA (III): TRISTEZA
Viernes 29 y sábado 20 de enero de 2016

ANATOMÍA DE LA MELANCOLÍA

Textos extractados y editados a partir de: Robert Burton (1621), Anatomía de la melancolía. Madrid, Asociación Española de Neuropsiquiatría, 1997, 3 vols. Trad. de Ana Sáez Hidalgo, Raquel Álvarez Peláez y Cristina Corredor

Las pasiones del alma: tristeza


No me esperaba los textos que aderezaron el concierto y mucho menos me esperaba encontrar en un texto de 1621 todo lo que vivo y me emociona gracias a Música en Vena. Me impactó tanto escuchar hablar así de la música, explicando tan bien todo lo que nos cuesta tanto expresar después de un concierto en los hospitales, que me puse en contacto con la fundación que lo organiza -la Fundación March- para pedirle los textos, y en unas horas me los enviaron. Muchísimas gracias.

Comparto con vosotros un extracto de esos textos. Son algunas frases sobre la música  que Burton escribió en 1621 y que parecerían escritas tras algún concierto vivido en las salas de los hospitales gracias a Música en Vena. Burton como un voluntario más...

De la música como medicina contra la melancolía.
La música es la mayor medicina de la mente, un poderoso golpe contra la melancolía para elevar y reavivar un alma lánguida. Tiene su efecto sobre las almas más embotadas, severas y dolientes. Y lo que es más, realizará todo esto en un instante. Se consideran muchas otras propiedades de nuestra divina música, no solamente la de expulsar los más grandes sufrimientos, porque “realmente atenúa miedos y furias, aplaca la crueldad, disminuye el desánimo, y en quienes están desvelados provoca un descanso tranquilo, y aleja la melancolía y el odio”, sea instrumental, vocal, de cuerdas o viento. 

La música aleja todo miedo a la muerte.

En una palabra, es una cosa tan poderosa que cautiva el alma; una reina de los sentidos, que por medio de un suave placer y tonadas materiales pacifica nuestra alma inmaterial y la conduce más allá de sí misma, y la ayuda, eleva y expande.
Además del magnífico poder que tiene para expulsar cualquier otra en--fermedad, la música es un remedio soberano contra la desesperanza y la melancolía, que alejará al mismo demonio.