jueves, 2 de julio de 2015

La vida en rojo

Las temperaturas en la calle están imposibles. Los termómetros están al rojo vivo. Como la vida de las personas que vamos a visitar. Rojas como la sangre que filtran las máquinas a las que están anclados durante unas horas en su sesión de diálisis.









Algunos ya conocen MeV y se alegran mucho de vernos por allí.

Suena la cristalina guitarra en las manos jóvenes y prodigiosas de Pepe. Antes ya ha comenzado a cantar la sonrisa de Alexandra. 

Porque Alexandra canta sonriendo. Con una sonrisa hermosa que cierra sus ojos y abre completo su corazón; y en ella, los pacientes y nosotros, nos instalamos. Porque nos acoge cálida y dulce como un abrazo.

El torrente de voz de Alexandra inunda esa sala fresquita donde los pacientes llenan esas horas tediosas y duras como pueden. Los acordes de la guitarra de Pepe ya nos anticipan lo que Alexandra nos explica: va con un palo de ida y vuelta. Y eso es lo que hace. Va a nuestros corazones y vuelve cargada de energía y emoción.


De repente,  acordes y quejíos, muy flamencos, muy sentidos. Se suspenden en el aire y Alexandra se arranca por la "La vie en rose". Como un tromba nos zarandea y nos lleva a todos a un lugar maravilloso, hermoso, donde el zumbido de las máquinas se apaga ante el latido de nuestro corazón. Emocionado. Agradecido. Cada quien hace su viaje interior por esa canción melancólica, profunda y llena de sentimiento. La vida de los pacientes, por unos minutos ha cambiado del rojo al rosa. Un rosa suave, mullido, como un colchón en el que poder descansar el corazón.

Para que podáis haceros una idea de cómo pasamos del rojo al rosa y a la pura emoción:


Algunas personas que siguen el tratamiento desde otra habitación acristalada, le piden a Virginia escucharlos más cerca.                                                                Dicho y hecho



Vamos hacia oncología. Pepe y Alexandra van conmocionados. Es su primera vez y no es fácil cantar y tocar entre el sufrimiento, las máquinas, la sangre. 

Salen conmocionados y lanzados como un resorte a por más. Como todos lo que participan en los encuentros de MeV.
 Contaminados por ese "virus" que ya nunca abandona a los que viven una experiencia así, quieren más. Y a por más vamos.

En la sala de día de oncología, les dan las gracias antes de empezar. Se sienten privilegiados al poder disfrutar de música en esas horas donde la cabeza juega malas pasadas y las hace más largas y apesadumbradas.


La alegría les llega incluso a los que parecen ajenos a su actuación gracias a la sonrisa y los ojos de Alexandra y de Pepe. En algún momento, Alexandra canta que " los ojos son un lenguaje" y ella y Pepe saben hablarlo a la perfección. Alexandra los cierra dejando que la sonrisa se apodere de ellos. Los de Pepe sonríen con su azul precioso y concentrado en las cuerdas de su guitarra.

Alexandra pasea por la sala para que llegue a todos la música. Nos vuelve a poner la vida del revés, en rosa; y ahora los pacientes le hacen peticiones de canciones francesas. Porque " para ser española hablas muy bien el francés". Ella, la flamenca francesa, emocionada por la reacción de la gente y entregada a todo lo que le piden.

Algunos pacientes se emocionan. Lloran al verse sorprendidos por los recuerdos y añoranzas que les acerca la música a sus venas. Otros siguen el compás con su mano libre. Otros, como pueden, dejan la camilla que les retiene durante tres pesadas horas, para acercarse a verles cantar. 

Hablamos con ellos. Nos dan las gracias. Esas horas pesan más de lo que podemos imaginar. Y la música les ayuda mucho más de lo que ellos imaginaban. 
Es música en vena. Y su sonrisa nos dice que no es sólo eso. Es mucho más. Pero eso, los que tenemos la suerte de disfrutar de MeV,  ya lo sabemos.
 Como lo saben ahora Pepe y Alexandra que salen transformados. Y quieren repetir. Porque cantar en un hospital es tocar la pura vida.  Cantar en los hospitales es un palo de ida y vuelta. La música va con consuelo y alegría a los pacientes; y de ellos nos vuelve la certeza de que los malos momentos lo son mucho menos cuando se comparten y se llenan de emoción y generosidad.Como ayer nos "explicaba" un paciente sin decirnos nada. Simplemente aplaudiendo con la mano que le quedaba libre, golpeando en su cabeza. ¿Recuerdas, Alexandra?
Emoción y generosidad como las que ayer nos regalaron Alexandra y Pepe.



Y no sé si es casualidad o es que en este país hay muchísima gente grande, pero como siempre, estos artistas como la copa de un pino, son, además, personas increíbles. 
Esta mañana, Alexandra nos ha dado las gracias por la experiencia. Cuando somos nosotros los que nos sabemos cómo agradecerles lo que son capaces de crear en medio de esas duras paredes. 
¡Gracias a vosotros y hasta la próxima!